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Bolivar soy Yo


La comparación entre el mandatario venezolano y el libertador ya es un lugar común. Nadie niega que Chávez usa a su antojo la figura iconográfica de Simón Bolívar, lo que para algunos es una digna continuación de la resistencia y heroísmo americano y para otros una burla deformada, grotesca de la imagen de Bolívar.

No volveremos sobre ese lugar común, sino sobre un hecho que pocos hacen notar; un continuador de la política Bolivariana, un admirador en la sombra de la figura autoritaria y caudillesca de Bolívar se encuentra cruzando la frontera, en la fría y aristocrática Bogotá. Álvaro Uribe reivindica para sí, sin demostrarlo abiertamente, la figura del libertador.

Existe un mito en torno a Bolívar, un mito que ha impedido juzgar la posición del prócer con la debida objetividad histórica que merece, y que resalta su imagen guerrera, imponente, ecuestre, no sus ideas y acciones durante el proceso independentista y la fundación de la república. Por lo tanto, esa imagen simbólica y casi mitológica que identifica a Bolívar con la libertad y el origen de cinco naciones es utilizada indiferentemente por las izquierdas y derechas para su propio beneficio. De otro modo no se explica que actores contrapuestos y enfrentados en una brutal guerra, como las FARC y el estado colombiano en cabeza de Uribe, citen y canturreen casi al pie de la letra los mismos discursos del prócer.

El mito de Bolívar proviene de un hecho que en apariencia lo hace el más revolucionario de los patriotas de su época: Bolívar logró movilizar amplias masas populares de las cinco naciones en una guerra radical que extirpó y derrotó el dominio español definitivamente. El éxito militar de Bolívar lo convierte así en el héroe indiscutible de la independencia. Pero las apariencias engañan, y en las coyunturas históricas los héroes son por regla general instrumentos ciegos o conscientes de fenómenos y fuerzas más poderosas.

Bolívar no fue un defensor de la libertad, tampoco fue un independentista consecuente y además nunca creyó que la democracia pudiera crecer en suelos americanos. La prueba de ello es que no hizo nada positivo para liberar los esclavos – pero justificó la esclavitud en la carta de Jamaica – que ofreció al imperio inglés fundar una colonia en los terrenos de la nueva granada tras la derrota española y que intentó autoproclamarse emperador defendiendo tesis a favor de la monarquía y autoritarias.

En esos términos la historia americana, doscientos años después de la génesis de sus naciones, nos ofrece un desdoblamiento peculiar de esa figura heroica pero a la vez retrógrada y reaccionaria que fue Bolívar: uno de izquierda y otro de ultraderecha, uno caribeño y otro andino, ambos comparten la ambición de perpetuarse en el poder y ejercer el autoritarismo. ¡Qué curioso que la tragedia que oculta la vida de Bolívar vuelva hoy como farsa!

Más la caricatura que Chávez ha hecho de Bolívar no pasa de ser eso, una simple caricatura, bien porque es imposible identificar el pensamiento Bolivariano con el Marxismo y la izquierda, bien porque el viraje oportunista que la izquierda tradicional de nuestros países dio hacia la figura de Bolívar se debe fundamentalmente a la caída del Bloque soviético, al afianzamiento del nacionalismo y la crisis de los íconos y símbolos revolucionarios.

Viéndolo desde esta perspectiva, el verdadero Bolívar hoy no es ese caribeño, digno ante todo, extravagante y parlanchín que recuerda a las novelas de García Márquez, sino el mojigato, conservador y monarquista caudillo Antioqueño, que ha sido el instrumento feroz y consciente de las políticas extranjeras en el continente y que da discursos encendidos sobre la patria, mientras la negocia por pedazos. Bolívar se ofreció a luchar con el ejército español la primera vez que fue derrotado, y lo habría hecho si la corona no hubiera confiscado las propiedades de su familia, pero eso nadie lo recuerda o nadie quiere recordarlo. Guerrero, autoritario, conservador e instrumento consciente y decidido de la potencia más grande de nuestra época, Uribe, que con admiración recita los textos del prócer de memoria, bien puede, ahora que se queda sólo tras realizar su obra – y esta es una semejanza asombrosa con el libertador – con enemigos muy poderosos a la derecha y muy peligrosos a la izquierda, decir igual que el incomprendido personaje de la película: Bolívar soy yo.


Camilo de los Milagros

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