Las preguntas que dan vueltas
Buenos días, escribo para lanzar estas preguntas porque en serio me gustaría encontrar apreciaciones y respuestas... si usted no las tiene por favor envíeselas a alguien a ver si logro pescar alguna:
Si miramos nuestra historia reciente vemos nuestro país convertido en una inmensa tumba -por lo menos así lo veo yo- donde va quedando entrerrada la memoria junto con aquellos y aquellas que se soñaron para nosotros/as unas condiciones más dignas, unos derechos que hemos venido dejando escapar por miedo, por pusilanimidad, por facilidad de esperar que otros defiendan, porque nos dejamossatanizar la protesta y engrosar el corazón. Las utopías de entonces se nos convirtieron en simples desencantos, sueños imposibles de aquellos que fueron sacrificados.
¿Podrán las generaciones presentes o las que se gestan tener la dignidad de la defensa, la crítica y la construcción conjunta? ¿Cuál es la propuesta acertada, que pueda trascender las fronteras internas y las externas? ¿Qué le espera entonces a las generaciones que se gestan? ¿Este país será alguna vez un lugar digno para gestarse, nacer, educarse, trabajar, vivir, envejecer, morir...? Yo he tenido la impresión desde la infancia, que he nacido en los últimos tiempos, cuando todo se está ya acabando, cuando casi no queda nada, como si fuera la ultima vez que lo vivimos y con comentarios de otras cosas que perdimos.
Y mi generación ya parece tan impávida. Como adormecida por el veneno... Parece que estamos en un marasmo mustio de cuerpos convertidos en máquinas de trabajo, de gente caminando a las carreras, tomándose la vida a bocanadas en una jornada constante que nunca se acaba y en muchos casos no llega a nada más, finaliza con la muerte, o con una ancianidad mendiga y solitaria. Claro, hay quienes tienen la dicha de no vivir así, de no pensar esto, ni sentirlo... pero ¿Cuántos son? ¿Cuál es la escala mayor? Si da lidia pensarse la vida diferente, quedarse quieto/a, mirar al otro a los ojos, darse cuenta que se habita un cuerpo... y de que forma se habita o se es... de qué forma se vive, y de qué se trata vivir.
Unos cuantos gritan reclamos cuyas hondas sonoras se ahogan en lo local, o se las lleva el viento porque si hablamos nos satanizan la protesta, si marchamos nos hacen cercos de policía y antimotines, y los medios de comunicación rematan con la tergiversación y hacen ellos la opinión en lugar de dar elementos para que la opinión se dé. ¿Cuál es la forma más adecuada de comunicarnos? ¿Es una simple falencia en nuestra comunicación? ¿O es que nos enseñaron por natural cada acto, nuestra actualidad?
En fin, así siguen las preguntas... ojalá alguien dijera algo... puedo sonar negativa, pero ese también parece ser un discurso que fomenta el silencio y la negación a reconocernos... porque me piden estar feliz y ser positiva mientras el medio es hostil, porque supuestamente somos uno de los países más felices del mundo cuando nuestras cifras de desapariciones, secuestros, muertes, hambre, pobreza y exclusión social crecen como un tumor... cuyo acetaminofén son las fiestas, y cuyo ibuprofeno el cemento.
Si miramos nuestra historia reciente vemos nuestro país convertido en una inmensa tumba -por lo menos así lo veo yo- donde va quedando entrerrada la memoria junto con aquellos y aquellas que se soñaron para nosotros/as unas condiciones más dignas, unos derechos que hemos venido dejando escapar por miedo, por pusilanimidad, por facilidad de esperar que otros defiendan, porque nos dejamossatanizar la protesta y engrosar el corazón. Las utopías de entonces se nos convirtieron en simples desencantos, sueños imposibles de aquellos que fueron sacrificados.
¿Podrán las generaciones presentes o las que se gestan tener la dignidad de la defensa, la crítica y la construcción conjunta? ¿Cuál es la propuesta acertada, que pueda trascender las fronteras internas y las externas? ¿Qué le espera entonces a las generaciones que se gestan? ¿Este país será alguna vez un lugar digno para gestarse, nacer, educarse, trabajar, vivir, envejecer, morir...? Yo he tenido la impresión desde la infancia, que he nacido en los últimos tiempos, cuando todo se está ya acabando, cuando casi no queda nada, como si fuera la ultima vez que lo vivimos y con comentarios de otras cosas que perdimos.
Y mi generación ya parece tan impávida. Como adormecida por el veneno... Parece que estamos en un marasmo mustio de cuerpos convertidos en máquinas de trabajo, de gente caminando a las carreras, tomándose la vida a bocanadas en una jornada constante que nunca se acaba y en muchos casos no llega a nada más, finaliza con la muerte, o con una ancianidad mendiga y solitaria. Claro, hay quienes tienen la dicha de no vivir así, de no pensar esto, ni sentirlo... pero ¿Cuántos son? ¿Cuál es la escala mayor? Si da lidia pensarse la vida diferente, quedarse quieto/a, mirar al otro a los ojos, darse cuenta que se habita un cuerpo... y de que forma se habita o se es... de qué forma se vive, y de qué se trata vivir.
Unos cuantos gritan reclamos cuyas hondas sonoras se ahogan en lo local, o se las lleva el viento porque si hablamos nos satanizan la protesta, si marchamos nos hacen cercos de policía y antimotines, y los medios de comunicación rematan con la tergiversación y hacen ellos la opinión en lugar de dar elementos para que la opinión se dé. ¿Cuál es la forma más adecuada de comunicarnos? ¿Es una simple falencia en nuestra comunicación? ¿O es que nos enseñaron por natural cada acto, nuestra actualidad?
En fin, así siguen las preguntas... ojalá alguien dijera algo... puedo sonar negativa, pero ese también parece ser un discurso que fomenta el silencio y la negación a reconocernos... porque me piden estar feliz y ser positiva mientras el medio es hostil, porque supuestamente somos uno de los países más felices del mundo cuando nuestras cifras de desapariciones, secuestros, muertes, hambre, pobreza y exclusión social crecen como un tumor... cuyo acetaminofén son las fiestas, y cuyo ibuprofeno el cemento.
Tal vez sea negativa, o tal vez solamente me esté negando a seguir sonriendo cuando vivir en este país es como luchar contra la corriente de un rio bravo.
Gracias por el rato.
Diana Duque Muñoz
Estudiante de Antropología
UdeA
dianaduquem15@gmail.com
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