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Neoliberalismo Pedagógico

Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.
Albert Einstein.

Iniciando la década del 90, el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo implantó el modelo neoliberal en Colombia. Dicho modelo, profesaba que la búsqueda de intereses por parte de cada uno de los individuos de una sociedad sería más benéfica que la intervención estatal, por lo que esta se redujo a su mínima expresión y cada uno de los aspectos de la vida de los colombianos se sometió a las leyes del mercado. Los aranceles de sectores vitales para la economía nacional se desmontaron en medio de los aplausos de algunos y en el imaginario de las gentes, lo público se convirtió en sinónimo de corrupción y todo aquello que pudo privatizarse se privatizó.

Los resultados de dicha receta fueron calamitosos. Por un lado, el sector agrícola en el 2009 había pasado de 4.7 a los 3.7 millones de hectáreas[1] y el crecimiento del sector fue de 3%, cifra muy por debajo de la tendencia histórica. Ni que decir del sector industrial que en 1.999 ya se había desplomado en un 25%. Además, para cada asunto nacional se expidieron leyes cuyo propósito principal era lograr el acoplamiento con el nuevo modelo. Ejemplo de esto, es la ley 100 de 1.993 para la salud que privilegió a las EPS y agravó la situación de los usuarios y las instituciones prestadoras de salud, y la ley 142 de 1994 que allanó el camino para la privatización de las empresas prestadoras del servicio, con casos célebres de corrupción en algunas zonas del país.

Por su parte, las transferencias territoriales en salud, saneamiento básico y educación se recortaron, se le dio toda serie de gabelas tributarias a las empresas extranjeras que se asentaron en territorio colombiano, abandonando a su suerte al grueso de las industrias nacionales, y se aprobaron varias reformas laborales con el silencio cómplice de muchos políticos, en pocas palabras, se amoldó al país con dolorosos martillazos al modelo impuesto por Washington.

Lo anterior, vale la pena recordarlo pues todos aquellos que han estudiado con algo de juicio la realidad colombiana, habrán llegado a la conclusión de que nuestro modelo económico genera miles de problemas, y que la terrible situación social que hoy por hoy vivimos es estructural.

En los últimos días, -con no poca ayuda de los medios de comunicación- se ha generado un frenesí en torno al partido verde, y su candidato presidencial Antanas Mockus. Se presenta dicha candidatura como una opción de cambio, contraria al oscuro y siniestro Juan Manuel Santos del partido de la U. En las calles y en Facebook, pululan los girasoles y el color verde. No cabe duda que numerosos colombianos que sueñan con otro país, muchos de los cuales cuentan con toda mi admiración, han decidido apoyar dicha candidatura y aunque no me cabe duda de sus buenas intenciones creo con todo respeto, que han caído en un error.

El candidato verde, ni en sus declaraciones de campaña ni en sus ejecutorias como alcalde de Bogotá, ha hecho o dicho algo que de fondo se diferencie del modelo económico que hoy defiende el candidato del uribismo. Su opinión a favor de los aberrantes decretos de emergencia social hoy derogados, su posición tibia por no decir incomprensible frente a la política de empleo del gobierno de Uribe que entregó la seguridad laboral de los colombianos a las cooperativas de trabajo asociado, así lo demuestra. Durante su alcaldía, a pesar de recibir de su antecesor Jaime Castro – 21.000 millones de pesos en excedentes- una cuidad con las finanzas saneadas, insistió en someter a los bogotanos a una sobrecarga tributaria, proponiendo una sobretasa del 15% a la gasolina[2] que finalmente fue del 13%, y dio considerables facilidades financieras a las multinacionales[3] que llegaron a Bogotá, paralelas a la persecución sin cuartel de los vendedores de la calle.

Estéticamente la capital se tornó más “atractiva” y muy posiblemente el bogotano de hoy sea un mejor peatón. No obstante, la cuidad se volvió más competitiva sobre la base de generar confianza inversionista para firmas extranjeras, en contra del interés de las grandes mayorías. Uno de los casos más dicientes es el del transporte donde los grandes capitales impuestos como condición para entrar al negocio por la administración distrital, obligó a los inversionistas nacionales a asociarse con el capital extranjero[4].

Hace ocho años, el país cedió a los encantos de un hombre de menuda contextura, que proponía básicamente lo mismo que sus contendores. Dicho candidato fue defendido a capa y espada por sus seguidores, ante todo, por los rasgos de personalidad tan distintos a los del anterior presidente. Su lenguaje directo, su carácter pendenciero, su aparente sencillez, su forma de ser devota, su poncho y su pinta de sacristán, fueron el argumento número uno de casi todos sus adeptos. Hablar en contra de este a principios de la década, parecía una herejía.

Después de ocho años de Uribe, hay un clamor de miles de personas de bien, por el hombre de la pedagogía. El matemático-filósofo, inteligente y honrado, seguiría como lo anuncian sus declaraciones, aumentando la carga tributaria sobre la población, – de la que estoy convencido, no siempre evade impuestos por perversión – y miraría con buenos ojos la entrega de muchos aspectos de la vida de los colombianos a las leyes del mercado. Privatizaciones, tercerización de trabajadores, y TLCs perversos. Lo mismo de los últimos ocho años. Más neoliberalismo con tiza y tablero.

Me gusta pensar que la gente es naturalmente buena. Si me dicen que Mockus es un hombre honrado, e inteligente hasta que no vea otra cosa, así lo asumiré. Pero a pesar de que su estilo sea muy distinto al de Santos, creo que su propuesta es estructuralmente la misma. El modelo y los problemas de fondo de la sociedad colombiana ni siquiera se abordan. Me parece que la crisis colombiana es básicamente de inequidad en la repartición del ingreso y crisis democrática, y que para solucionar dichos problemas, se necesita mucho más que la honradez o buenos modales de quien asuma la presidencia.

Estoy seguro que muchas personas no compartirán lo anteriormente expuesto. Pero los colombianos con nuestros problemas de vieja data, y también con lo buenas personas que somos, merecemos mucho más que cambios de forma. Sea esta la invitación a cada colombiano a leer detenidamente las propuestas de cada candidato, las implicaciones reales de cada programa, y a tomar una decisión que trascienda las virtudes personales de los dirigentes, condicion muy importante, más no suficiente. 

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[1] La apertura profundizó el deterioro del sector: El fracaso agrícola. Eduardo Sarmiento, El Espectador, Bogotá, noviembre 22 de 2009


[2] Para mayor información consultar: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-307505.

[3] La mitad de la empresa de energía fue entregada en una ganga a la multinacional Endesa. US$2.100 millones. Para más información consultar:
http://www.deslinde.org.co/IMG/pdf/_CUAL_MILAGRO_BOGOTANO.pdf.

[4] “Miremos ahora el caso de Transmilenio. El Acuerdo 04 de 1999 autorizó a la Administración constituir una sociedad anónima de carácter comercial con aportes de entidades públicas distritales. El papel de la empresa es planear, organizar y gestionar un sistema de transporte masivo. Al IDU se le asignó la construcción por etapas de las troncales y su mantenimiento a largo plazo. Las troncales de la primera etapa fueron entregadas a los consorcios Sistema Integrado de Transporte, SI-99 S.A., Consorcio Internacional de Transporte Masivo, Metrobus y Express del Futuro; a Sidauto S.A., Codatermil y Consorcio Uribe Uribe les asignaron las rutas alimentadoras, y el sistema de recaudo a Angelcom S.A.. El gobierno impuso condiciones de entrada al negocio que exigían grandes capitales, condiciones que los inversionistas nacionales no podían cumplir sino asociándose con capital extranjero, como en efecto sucedió. La administración y el reparto de las utilidades del negocio se contrataron mediante fiducia con la firma Lloyds Trust.”Tomado de: http://www.deslinde.org.co/IMG/pdf/_CUAL_MILAGRO_BOGOTANO.pdf.

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